La primera vez que fui a Ashila o Arcila me pareció tan bonita que en mi último viaje por el norte de Marruecos quise volver a visitarla. Si vas a recorrer esta zona del país no dejes de incluír Ashila en tu ruta, estoy segura que te gustará.

¿Cómo llegar a Ashila?
Tánger está a tan solo 46 km, en menos de una hora puedes ir en tren, autobús o en taxis compartidos por muy pocos dirhams.
La cercanía con el aeropuerto internacional, así como el puerto donde llegan los ferrys procedentes de España hace que muchos viajeros vayan directamente a Ashila sin pasar por Tánger. En este caso puedes ir en un Grand taxi (te costará entre 15 o 20 euros) o alquilar un coche.
En mi primera visita hice el viaje desde Tánger en autobús, un ida y vuelta en el mismo día. Es totalmente factible. Si tu intención no es ir a la playa, visitar la medina te llevará pocas horas. Es muy bonita pero pequeña.
En esta segunda ocasión estaría seis días recorriendo el norte de Marruecos en coche de alquiler. Si recoges el coche en el aeropuerto o en la ciudad de Tánger puedes llegar a Ashila comodamente por autopista.

En mi caso, me dirigí primero a Cabo Espartel, el punto donde se encuentran las aguas del Mediterráneo con las del Atlántico. Desde allí, seguí toda la carretera que discurre a lo largo de la costa Atlántica, kilómetros de playas vírgenes hasta llegar a Ashila. Sin duda, mereció la pena este trayecto.
¿Qué ver y hacer en Ashila?
Además de sus maravillosas playas (si es época para ir) el principal atractivo de esta pequeña ciudad costera es su medina.

La medina está rodeada por unas altas murallas construídas por los portugueses en el siglo XV cuando se asentaron en Ashila siguiendo su ruta africana del oro.

Hay tres puertas de acceso: Bab Al Homar (Puerta de la Tierra), Bab Al Bahr (Puerta del mar) y Bab Al Kassaba ( Puerta de la cultura).
Si llegas en coche tienes un aparcamiento vigilado justo al lado de la Bab Al Bahr, al lado del puerto.
Si entras por la Bab Al Kassaba lo primero que verás es a la derecha el Centre Hassan II de Recontres Internationales (un centro de exposiciones de pintura y escultura) y a la izquierda la Gran Mezquita. Actualmente están rehabilitándola pero en cualquier caso, no está permitida la entrada a los no musulmanes.

Si sigues esa calle te encontrarás la plaza principal Ibn Khaldoun . En la plaza destaca el bastión construído por los portugueses Borj Al Qamra.

Aquí, también tendrás el único bar dentro de la medina. Un buen lugar para tomarte un té moruno en su terraza y comerte unos cacahuetes. Hay puestos de frutos secos por todos lados. Verás las primeras tiendas de artesanías pero antes de continuar tu paseo tal vez te hagas un tattoo de henna. Unas señoras estratégicamente colocadas te insistirán en ello.

A partir de este punto da igual que calle elijas, continua por la que más te llame la atención.

Lo mejor de recorrer una medina es perderse por ella. La medina de Ashila es tal vez la menos laberíntica de todas las que conozco pero aún así te perderás seguro. Y mientras te pierdes y te vuelves a situar descubres rincones preciosos.

Es una medina muy cuidada, llama la atención su limpieza.Si te gusta la fotografía prepara tu cámara, te quedarás sin batería. Las casas pintadas de blanco y azul, las puertas tan bonitas, las rejas de las ventanas y algo característico de aquí, un montón de murales pintados en las paredes, un verdadero museo al aire libre.

Estos murales se renuevan cada verano en el Festival Cultural que se celebra desde 1978. Artistas venidos de todo el mundo cambian el aspecto de la medina. Tiene que ser fantástico verlos trabajar. Tal vez algún año me anime a ir por estas fechas, aunque reconozco que es una gozada pasear por estas calles sin apenas turistas.

Ashila, la medina más bohemia del norte de Marruecos está llena de galerías de arte, muchos artistas se instalaron aquí y se muestran encantados de enseñarte sus trabajos.

Si continuas en dirección al mar, pegado a las murallas, verás el Palacio de Raissouni, también conocido como Palacio de la Cultura. Sólo abre para exposiciones temporales, pero merece la pena igualmente verlo por fuera. Fue el mítico bandolero Raissouni quien a principios del siglo XX al convertirse en gobernador de la ciudad mandó construir este lujoso palacio.

Para finalizar la visita a la medina nada mejor que hacerlo desde el Mirador Caraquia. Allí se reúnen turistas y locales para ver como se pone el sol en el Atlántico.

Fuera de la medina, la ciudad nueva no tiene demasiado interés más allá de ver el ajetreo de los locales paseando en familia o haciendo sus compras en los cientos de tiendas que hay atestadas de mercancía.
Un poco de historia
En 1578 todos los territorios marroquís que eran de Portugal pasaron a manos españolas.
En 1691 Mulay Ismail reconquista Ashila. En el siglo XIX, la constante piratería hizo que Francia y España enviaran sus armadas para bombardear la ciudad. Volverá a manos españolas en el año 1911 hasta el final del protectorado en 1956.

¿Dónde comer?
En el tema gastronómico se nota nuestro paso por aquí. Resulta curioso encontrarse con un puesto de churros o que uno de los platos más populares sea la fritura de pescado.

Dos de los mejores restaurantes son españoles: Casa García y Casa Pepe, donde podrás comer pescado y marisco, eso sí, a precios europeos. Una opción más popular es el restaurante Ali Baba, una parrillada de pescado muy rica para dos personas te costará 150 Dh.
Además el exterior de la muralla está llenos de bares con terrazas donde ofrecen menú turístico.

Ashila volvió a enamorarme y como dicen que no hay dos sin tres, espero volver algún día.