Elmina, comercio del oro y de esclavos
Los colonizadores europeos construyeron unas ochenta fortificaciones a lo largo de la costa de Ghana con el fin de proteger el comercio del oro. Con el tiempo el comercio de este valioso metal se sustituyó por el comercio de esclavos. Teníamos tan solo dos días para conocer esta parte del país, así que nos centraríamos en visitar los fuertes más representativos: el Castillo de Elmina y el de Cape Coast que hoy en día son Patrimonio de la Humanidad.

Elmina está a tan solo doce kilómetros de Cape Coast. Un taxi privado o compartido te llevará en apenas quince minutos. La carretera va pegada a la costa, una costa que por momentos recuerda al Caribe. El paisaje es espectacular, un mar bravo y una hilera de palmeras.

Un poco de historia
Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a la que llamaron Costa del Oro (Ghana). Querían controlar el comercio de oro y marfil y se establecieron en Elmina.
En 1482 construyeron el castillo de Sao Jorge da Mina, conocido hoy como Castillo de San Jorge. Se trata, pues, del edificio colonial más antiguo que existe en el África subsahariana. Los portugueses estarían aquí 155 años.
En 1637 los holandeses consiguen expulsar a los portugueses. Después de fracasar en varios asaltos vía marítima, los holandeses toman la colina de Sao Jago y desde allí bombardean el castillo. Ocuparían Elmina durante 235 años.
A finales del siglo XVII, holandeses e ingleses (estos dominaban la vecina Cape Coast) empiezan a comerciar con esclavos. Sus castillos pasan de almacenar oro a almacenar seres humanos. Esta atrocidad se llevo a cabo durante 200 años.
Cuando a principios del siglo XIX se prohibió el comercio de esclavos, los holandeses perdieron interés en la zona y en 1872 el castillo pasó a manos de los ingleses.
Visita al Castillo de San Jorge

Para entrar tienes que sortear a unos cuantos vendedores de baratijas, cuadros y demás souvenirs, lo típico en un sitio turístico. Pero aquí nos sorprendió porque era la primera vez en Ghana que trataron de vendernos algo. Te preguntarán tu nombre y a la salida tendrás una caracola de mar dedicada especialmente para ti. Tal vez te pidan algún donativo para el equipo de fútbol o la escuela. En fin, tratan de buscarse la vida como buenamente pueden pero tampoco son excesivamente pesados como en otros países.

La entrada al castillo cuesta 40 cedis. Primero se visita un pequeño museo y luego durante una hora aproximadamente recorres las distintas dependencias acompañado de un guía. El castillo fue un gran almacén de esclavos. Encerrados en los calabozos, en condicionas infrahumanas, esperaban a cruzar la puerta del no retorno y hacer un largo viaje que les llevaría hasta el Nuevo Mundo.

Las vistas desde lo alto del castillo son fantásticas. El Oceáno Atlántico, la desembocadura del río Benya, el puerto lleno de embarcaciones, el fuerte de San Joao justo enfrente y el pueblo de Elmina a sus pies.

Muchos turistas llegan a Elmina, visitan su castillo y se van. No es necesario quedarse a dormir puesto que Cape Coast está muy cerca y tiene más vida nocturna. Pero sí te recomendaría que dieras un paseo por el pueblo, merece la pena.
En nuestro caso nos quedamos a dormir en el Coconut Grove Bridge House, la ubicación es inmejorable, justo enfrente del castillo, al lado del puente. Su terraza es un excelente mirador, desde el que podrás ver la actividad de los lugareños: los pescadores limpiando sus barcas o lavando su ropa, mujeres vendiendo todo tipo de productos, jóvenes sentados encima del puente pasando las horas muertas, predicadores dando sus sermones, niños correteando descalzos y harapientos de un lado para otro…

Cierto es que ante tanta miseria, nosotros estábamos sentados en esa terraza con unas cervezas y nuestros iphones en la mano. Era inevitable no sentir cierto pudor por nuestra situación privilegiada. Tuvimos nuestro momento de reflexión y realmente te toca el alma cuando vives tan de cerca tanta desigualdad. Es muy injusto.

Paseamos por las calles de Elmina sin rumbo fijo, dejándonos llevar, observando la vida de la gente. Nosotros también nos sentíamos observados, no vimos en toda la tarde ningún turista. Algunos nos saludaban o nos sonreían, nos pedían fotos; otros nos miraban con cierto recelo.

Solamente nos sentimos un poco inseguros en la subida a San Jago, pero en realidad, no tuvimos ningún problema. Queríamos ir a ver la playa y nos metimos por el barrio donde viven los pescadores, y allí entre chabolas se estaba jugando un partido de fútbol y por supuesto nos quedamos a verlo.

Al día siguiente, antes de irnos para Cape Coast nos acercamos hasta la lonja de pescado. Entre las seis de la mañana y las ocho aproximadamente entran al puerto los barcos que estuvieron faenando toda la noche.

Allí, les esperan cientos de personas que van a comprar el pescado. Es una auténtica experiencia sensorial que merece la pena vivirla. El olor tan fuerte del pescado, los colores tan vivos de las barcas ondeando banderas de diferentes países, el bullicio de la gente…

No esperábamos tanto de Elmina pero nos encantó pasar allí un día entero.