Bardenas Reales: un desierto en el norte de España

Tengo que confesar que los desiertos me seducen de una manera especial. Son lugares donde mi imaginación se  dispara. Me siento pequeñita ante su inmensidad y a la vez me dan paz, ahí es la naturaleza la que manda. Cuando hablamos del desierto todos tenemos en mente los grandes desiertos del mundo: Atacama, Gobi, Wadi Rum, Sahara…  pero no es necesario irse tan lejos para disfrutar de un desierto. Resulta que en  el  norte de España tenemos el más grande de Europa. Curioso,  ¿no?  Se trata de un extenso territorio semidesértico y despoblado situado al sureste  de Navarra, las Bardenas Reales, ¿te apetece conocerlo?

A  grandes rasgos se pueden diferenciar tres zonas. La Bardena  Negra, con grandes planas, cubierta de pinos y coscojas y la tierra negra, de ahí su topónimo.  El Plano, una  terraza aluvial con suelos procedentes del río Aragón, donde  se desarrolla la actividad ganadera y agrícola. Y la Bardena  Blanca de aspecto desértico que es la zona más visitada por los turistas.

El acceso principal  es a través de la  N- 134 que une Tudela y Arguedas (está perfectamente señalizado).  Te aconsejo esta entrada porque es donde te vas a encontrar el centro de información del parque, en el que te darán un mapa y algunas instrucciones  para recorrerlo.  Recuerda que se trata de un parque natural, así que debemos cumplir algunas normas para proteger este espacio que además está declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Si quieres puedes recorrer las  Bardenas en bicicleta, existen nueve recorridos muy bien señalizados;  yo lo hice en coche. En cualquier caso, el acceso es gratuito y no está permitido salirse de los itinerarios marcados. La velocidad máxima es de 40 km/h. 

La ruta clásica es circular, partiendo y llegando al centro de visitantes. Son unos 35 km que te llevará aproximadamente  una hora y media sin tener en cuenta las paradas que hagas para pasear o hacer fotos. Circunvala el Polígono de Tiro, un campo de entrenamiento del Ejército  del Aire. Yo la varié un poco  y te lo cuento por si te puede interesar.

Salí  del centro de información  y a los pocos metros me encontré el primer mirador desde el que ya me pude  hacer una primera idea de lo que iba a ver.  Seguí  la carretera y me tope de frente con las instalaciones del campo de tiro;  aconsejada por la chica del centro, giré a la derecha para obtener así las mejores perspectivas. El paisaje es alucinante,  por momentos  me imaginé en el desierto de Arizona   o más bien  en Marte…

Me recordó muchísimo mi viaje a las Pirámides de Melnik, en el sur de Bulgaria.  Las Pirámides declaradas Monumento Natural, son unas montañas arcillosas que debido a la erosión adquieren formas de lo más caprichosas, una belleza de lugar. Y eso es exactamente lo que sucede aquí en Las Bardenas.

Cada pocos metros me bajaba del coche para disfrutar de todo aquello con calma y hacer cientos de fotos. Soplaba un fuerte y frío viento, lo que por allí se conoce como el Cierzo, culpable junto con las lluvias torrenciales  de una fortísima erosión, lo que da lugar a este singular paisaje: cabezos, cerros, barrancos…

Los cabezos se producen porque la parte superior de la formación rocosa tiene materiales más duros y resistentes a la erosión, mientras que los materiales inferiores, arcillas, son más blandos y frágiles. Un buen ejemplo de este proceso erosivo es el cabezo de Castildetierra, símbolo de las Bardenas Reales.

Es un paisaje tan pintoresco  que frecuentemente es utilizado como escenario para rodar anuncios publicitarios, películas como Airbag, El mundo nunca es suficiente… e incluso un capítulo de la famosa serie Juego de Tronos.

Una vez que llegué a Castildetierra, en vez de continuar la ruta circular decidí desandar unos pocos kilómetros del camino  para tomar una pista  que me llevaría a la salida del parque por la zona del Paso. A medida que me acercaba, el paisaje iba cambiando. El blanco, los ocres y amarillos dejaban paso a los verdes de los pastos. Esta zona fue  utilizada para la trashumancia  de los rebaños de ovejas desde los pueblos del norte de Navarra al sur. Mi última parada fue precisamente  en el monumento dedicado a los pastores, un excelente mirador para despedirse de este parque tan increíble.

¡Qué grande es la naturaleza! ¡Qué mágicos son los desiertos!.

Si quieres ver el resto de mi ruta de dos días por Navarra, click aquí

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